Hay miradas que besan todos los rincones del alma...

Hay miradas que besan todos los rincones del alma...

domingo, 19 de febrero de 2012


Cielo abierto lleno de luz,
Risas que adornan el silencio,
Ilusiones llenas de vida,
Soledad, que deja tiempo para pensar,
Tinieblas que aparecen en momentos de oscuridad,
Imágenes reminiscentes del pasado,
Noches que te buscan y gritan para que vuelvas…
Así… así sigo esperándote, inmóvil, vacía y serena.

domingo, 12 de febrero de 2012

Hoy, domingo por la mañana, ella se levanta de aquella cama todavía caliente, baja a desayunar, la casa respira silencio. Abre la nevera, coge la leche y llena su bol favorito para dirigirse al jardín. Allí, comienza a observar su alrededor y todo le parece distinto, como si no fuera aquel lugar que ha estado viendo durante veintidós años.

La piscina parece que no tiene ese azul de siempre, podía mirarla una y otra vez, cada segundo que pasaba le permitía sumirse cada vez más en un estado de calma. Se reflejaban unos pequeños destellos, quizás debido al reflejo de la luz del sol o simplemente, por el brillo de sus ojos provocado por el recuerdo que evocaba la felicidad de anoche.

Las flores que nunca se había permitido mirar tan detalladamente, tenían unos colores más intensos y se movían de una manera rítmica al compás de la suave brisa, la cual a la par mecía sus cabellos.

Levantó la cabeza y pudo ver el horizonte, unas montañas que se escondían temerosas detrás de aquella neblina lejana. Ella imaginaba que era capaz de estar en la CIMA de la más alta y poder ver como es el mundo bajo sus pies.

De repente, el timbre de la puerta hizo que su mente volviese dónde realmente le correspondía estar, allí donde permanecía su cuerpo inmóvil. A ese pequeño jardín. A esa vida diaria que le pertenecía. Y sobre todo, a ese recuerdo vivido la noche anterior.

“Ojalá sea él”
Volviendo la vista atrás, admiró por última vez la belleza de aquello que le rodeaba, pensó que TODO parecía mucho mejor de lo que realmente era en realidad.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Mientras me ayudaba a acostarme, su pelo rozó mi mejilla.

Pensé que no quería perderla, pero era incapaz de discernir si ese pensamiento surgía de mi conciencia o si emergía de algún viejo recuerdo. Había perdido demasiadas cosas, me encontraba demasiado cansado. Sumido en la impotencia, sentía cómo mi conciencia se iba alejando poco a poco. Me asaltó una extraña sensación de disgregación, como si mi conciencia fuera elevándose mientras mi cuerpo intentaba detenerla con todas sus fuerzas. Y yo no sabía con cuál de los dos debía quedarme.

Entretanto ella apretaba mi mano.